El cuarto módulo se llevo a cabo del 7 al 11 de noviembre y estuvo a cargo de la doctora en historia del arte Natalia de la Rosa.
Este fue el módulo más académico de todos, en el mejor sentido del término. En los anteriores estuvimos indagando más sobre obras y conceptos artísticos, relacionados o no, con nuestros proyectos; en este el eje partió sobre el espacio de exposición, girando alrededor del concepto de museo.
Al ser el penúltimo módulo, era importante no sólo comenzar a definir piezas sino también soluciones expositivas, cómo y dónde iba a estar la obra terminada. Para esto, fuimos al espacio destinado para la expo, el salón de usos múltiples del Centro de las Artes de San Agustín. Aunque en ese momento no estaba suficientemente habilitado, la experiencia sirvió para ver el espacio en general y tener ideas sobre montajes y posibilidades museográficas.
Y HABLANDO DE MUSEO...
Las presentaciones de Natalia giraron en torno a éste, a como ha cambiado a lo largo de los años, pasando de su nacimiento, como instituciones que querían mostrar conceptos como prestigio, progreso y poder, a instituciones más consolidadas al amparo, principalmente, del estado – que es generalmente el concepto que la mayoría tenemos -, más monolíticas, con temáticas particulares y edificios que nos remiten a lugares solemnes y callados.
Hoy en día, sin embargo, el museo, al igual que el concepto de arte, ha ido avanzando e iterando hacia otros lugares, tal vez más pertinentes con las realidades donde decide incidir y situarse. Hoy los espacios expositivos que se dedican a exponer arte, son mucho más versátiles, no siempre se encuentran anclados a un edificio concreto o a uno de dimensiones colosales o con materiales y/o lugares que nos remiten a la Historia con mayúsculas. El museo de hoy en día es un espacio que puede ser itinerante, un edificio que antes fue otra cosa resignificado para la cultura, una interfaz dentro de un sitio web, un espacio abierto o, ya de plano, la vía pública.
ITERACIONES
El museo, por necesidad y/o pertinencia, ha cambiado para vincularse con la gente, porque si bien el museo es el lugar por antonomasia donde habita la cultura y se puede ver, también ha sido un lugar donde para acceder hay que franquear obstáculos que no tienen que ver con el pago de una entrada, sino con las ideas alrededor de lo que se entiende por cultura. Seamos sinceros, muchas veces el problema con el museo, y con las exposiciones de arte, no tiene que ver con lo que se muestra, sino con la forma de comunicar lo expuesto, desde textos de sala ininteligibles hasta nula difusión; el museo se vuelve un espacio “para conocedores”, donde se muestra arte destinado a artistas.
Nadie quiere pasar su tiempo libre yendo a un lugar que lo hace sentir ignorante, y aunque no todo depende del museo, ya que el espectador también tiene un grado de responsabilidad, muchas veces las instituciones se quedan cortas en cosas que sí podrían solucionar o hacer más accesibles.
Tal vez por eso, en los últimos años han surgido infinidad de espacios independientes, centros culturales, proyectos autogestivos, galerías y un largo etc., que muestran lo que sucede en sus colonias, ciudades, poblados y comunidades. No utilizan el nombres de museo, al menos no la mayoría de las veces, pero cumplen esa función. Hay mucha gente que le interesa y le gusta la cultura, sólo piden una forma accesible de entrar en la experiencia.
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Como creador soy testigo de la necesidad que tienen las personas de consumir arte en cualquiera de sus formas, en cualquiera de las modalidades que se puede consumir y en la fría respuesta de la comunidad artística, en la mayoría de los casos, para satisfacer esa necesidad. Sin embargo, el conocimiento sobre algo requiere de un compromiso a lo largo del tiempo respecto a lo que se quiere conocer; ir una vez al año a ver arte y quejarse por no entender no es responsabilidad del espacio expositivo. Que cada quien haga su parte.